Aprovechando los días que hemos pasado por Lérida, para ampliar nuestra nunca suficiente cultura vitivinícola; nos hemos acercado a ver las bodegas de Raimat que pertenecen a la denominación de origen Costers del Segre y que se enmarca en la provincia de Lleida; a ambas orillas del rio Segre.
Las bodegas de Raimat pertenecen a la misma familia que el grupo Codorniú. Y las fincas son impresionantes, más de 3.000 hectáreas de viña que viene siendo casi el 75% de la superficie de cultivada en toda la denominación de Costers del Segre. Tanto en esta bodega como en toda la denominación elaboran blanco, tinto e incluso rosado. Lo que en un principio me resultó bastante chocante. En nuestras tierras castellanas, las denominaciones de origen se caracterizan por estar especializadas en un tipo de vino generlamente, como es el caso del verdejo (blanco) en la denominación de origen rueda o el tinto en ribera de duero.
La visita a la bodega me resultó muy curiosa en diversos aspectos; nos costó 5€ incluyendo una cata de 3 vinos. Noté muchas diferencias con el sector del enoturismo tan de moda por castilla. Se limitaron a enseñarnos lo que tenían, pero las instalaciones son instalaciones totalmente industriales. Y están orientadas al 100% a la elaboración de los caldos, las visitas son algo añadido, que ha surgido posteriormente pero que no se está explotando en todo su potencial.
También quise notar la falta de tradición vitivinícola, era curioso que el edificio principal fuera de estilo modernista pero carecen de parte subterranea. Según nos explicaron la plantación se hizo en medio del desierto de los monegros y de ahí que la relación con el vino no llegue a un siglo de antigüedad. En contraste con otras denominaciones cuyos antecedentes provienen de tiempos de los romanos.
En un reportaje de la tele había visto que era una de las plantaciones que empleaba la tecnología más moderna y puntera en el mundo del vino. Es una lástima pero no hicieron mención a ello. Quizá porque la guía, como nos explicó era nueva en la bodega. Hubiera sido una parte muy interesante y quizá hubieramos podido copiar algo.
Las viñas también me chocaron, tienen las cepas mucho más altas de lo que estoy acostumbrado a ver. Son prácticamente de la altura de los árboles frutales. El alambre de formación de la espaldera está por lo menos 30 ó 40 cm más alto. Supongo que este aspecto de lejanía de la tierra (yo no lo sé apreciar) se nota en los vinos, para bien o para mal ya es cuestión de gustos.
Por otra parte los problemas normales, tienen zonas que tienen la viña perfecta, sin nada de grama pero las zonas más húmedas parecen la propia selva. Como le pasa a cualquiera.
Por último, por tocar el tema de la cata; soy malo, lo reconozco. No tengo paladar ni olfato, pero el blog está para opinar. El rosado no me gustó nada de nada. El blanco se dejaba beber, tenía buen color y buen aspecto en la copa pero no tenía ni los aromas ni los sabores que desprende un verdejo, especialmente un palacio de bornos. Para mi y creo que para ellos también, su estrella es el tinto. Quizá es la costumbre o mi estrechez de miras pero prefiero un ribera, aunque les reconozco el mérito. Estaba bastante bueno.
sábado, 21 de julio de 2007
Kaizen en el mundo del vino: Raimat, Verdejo o Ribera de Duero
Subscribe to:
Enviar comentarios (Atom)
1 Comment:
Quiero discrepar en lo que haces referencia a la tradición del vino. No creo que haya rincón en toda la Península que no tenga una u otra versión del vino.
Otra cosa es que el señor Raventós, de Codorniu, descubriese el potencial del riego, tan propio de Lleida, para convertir un desierto en una tierra fértil.
De ahí a que no haya tradición vinícola hay un abismo.
Post a Comment