martes, 19 de febrero de 2008

Becarios y liderazgo

Antes de leer esta entrada, me gustaría que por favor repasaseis brevemente la entrada anterior. Ahora quiero plantear la que puede ser la otra cara de la moneda, gracias a una historia que un amigo me ha enviado por mail:

En aquella época, el ambiente estaba bastante tenso en la división. Íbamos retrasados con varios proyectos y en otros nos habíamos pasado del presupuesto. El director general ya había relevado a uno de los jefes de proyecto, y parecía estar afilando el hacha de guerra la mayor parte del tiempo. Unos cuantos nos reunimos en el Robbie's Bistro, donde sirven un marisco fabuloso, y estábamos discutiendo si en situaciones como aquélla era preferible tratar de pasar desapercibido o decir claramente lo que uno pensaba. Tom pensaba que la mejor estrategia era seguir la corriente y no destacar, que dar la razón al jefe nunca había hecho mucho daño a nadie, mientras que llevarle la contraria rara vez daba buenos resultados.

Bill sonrió y dijo que él tenía cierta experiencia en el asunto. Empezó a hablarnos de la época en que acababa de conseguir el título de ingeniero y había pasado de ser técnico a hacer prácticas de gestión. En aquellos tiempos, dijo Bill, los que estaban en prácticas hacían trabajos muy diferentes. Algunos eran muy satisfactorios, como trabajar con un equipo en un proyecto, y otros eran simples trabajos rutinarios, "trabajos perros", como clasificar el correo.

"Al principio yo fui de los afortunados", prosiguió Bill, "y me pusieron a trabajar como asistente del vicepresidente de la división. Empecé a tener bastante contacto con él, y nos llevábamos bien... o eso creía yo. El caso es que un día estaba en su despacho tomando notas para él mientras revisaba uno de los programas de la división. De repente se le ocurrió una idea para recortar aproximadamente un tres por ciento de los costes del programa. Estaba entusiasmado, y supongo que no podía esperar a contárselo a alguien, de modo que me lo contó a mí.

Entonces yo no era más que un ingeniero novato, pero como técnico había participado en el desarrollo del programa, y sabía que la idea no funcionaría".

Bill hizo una pausa y se quedó mirando a Tom, que no pudo evitar hacerle la pregunta. "¿Y qué hiciste?".

"Le dije que en mi opinión no funcionaría, y le expliqué por qué. Y le puse un buen montón de razones encima de la mesa".

"¿Qué pasó?"

"Dos días después me enviaron al cuarto del correo para que meditara sobre mis opiniones".

"Claro", dijo Tom, con un brillo triunfal en los ojos. "Y todos deberíamos recordar esa lección".

Pero Bill no había terminado. "El martes siguiente", prosiguió, "recibí una llamada de la secretaria del jefe, que me dijo que quería verme en su despacho en una hora. Cuando entré me comunicó que iba a volver a darme el trabajo de asistente. También me dio a entender que había decidido no poner en práctica su idea sobre reducción de costes. No se demostró demasiado comunicativo, y yo me quedé sentado sin decir gran cosa. Cuando iba a irme me dijo que se alegraba de tenerme de nuevo en el equipo, y me invitó a cenar a su casa el fin de semana siguiente."

Pero Bill no había terminado. "Entonces yo estaba soltero, y vivía a base de comida basura y cenas rápidas delante de la televisión, de modo que disfruté enormemente de la cena. Al acabar el jefe, su esposa y yo estuvimos charlando. El jefe estaba muy relajado, y al rato me invitó a pasar a su estudio. Sirvió un par de copas de coñac que yo no podía permitirme, y nos sentamos a degustarlo mientras él hablaba de la división. De repente se puso de pie y me dijo que iba a hacer algo que no hacía a menudo. Iba a permitirme ser uno de los primeros empleados que tuviera conocimiento de su nuevo plan estratégico para la división."

"Vaya", dijo Tom. "Eso sí que es una muestra de respeto."

"Entonces", prosiguió Bill, "me lo pensé un momento, dejé la copa, me levanté y fui por mi chaqueta. Mi jefe me preguntó que adónde iba. Me voy a casa, dije. Tengo que levantarme pronto mañana para estar a mi hora en el cuarto del correo".

Tom sacudió la cabeza tristemente, pero no consiguió reprimir una sonrisa.

6 Comments:

Senior Manager said...

Independientemente de la historia de Bill y Tom... A los becarios no se les toma en cuenta como se debería en muchas empresas y por eso pasan despercibidos, también por eso ellos mismos se hacen los invisibles pues prefieren no destacar, no vaya a ser que den una impresión de "listillos" y pierdan la oportunidad que se les ofrece de pasar a formar parte de la empresa en el futuro. No sé cuál actitud es buena o mala (resaltar o no) pues mucho depende de la empresa, de los jefes y del tipo de trabajo... Lo que si creo es que hay que dar una buena impresión desde el principio pues es lo que todo el mundo recuerda a la hora de elegir candidatos.

mpiryko said...

He aprendido, no sin esfuerzo y dolor, que una opinión de un millón de euros, se da, cuando puedes cobrarlos.
Puede que no te hagan caso, pero si la vendiste y bien, eso es lo que tu te has llevado y luego que hagan lo que quieran.
¡Salud!

Ekaizen said...

Es cierto que no se puede generalizar, para expresar tu opinión (sobretodo si es en contra de la mayoría o de la del jefe). Debes de andar con pies de plomo, y estar muy seguro de lo que haces y dicies.
Aunque como bien dice mpiryko, un millón de euros puede ayudar a opinar a cualquiera.
Saludos

Anónimo said...

Pueda que sea un inconsciente pero una buena idea, bien defendida, con argumentos de peso y que procure a la empresa una ventaja competitiva, un ahorro en coste, una mayor rentabilidad, etc no se puede callar aunque seas becario.
Si tienes un buen jefe te alentara a que aportes sin miedo si es un mediocre te lo hará pagar pero la verdad es que ¿quién quiere trabajar para un mediocre?

intoku said...

Ostras... esta historia me suena mucho. ¿Puede ser de uno de esos libros al estilo de "La paradoja"?

¿Conoces su procedencia?

Gracias,

Intoku.

Ekaizen said...

Bien, pero siendo becario ¿quién es el guapo que se atreve a contradecir al gran jefe?. Tienes que estar muy, muy seguro de ti mismo o estar un poco loco.

Intoku, creo que el libro es "el Tao en el trabajo".

Saludos

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